Una vieja confiable
El licor estaba haciendo estragos en los
cuerpos de los animales. Los insultos se aullaban en medio de la noche. Las
calles estaban abiertas y la lluvia contenía los pasos de las bestias. El humo
que emanaban las figuras era el vapor de su rápida respiración. El viento solo podía cambiar la dirección de
las gotas que humedecían los abrigos. Las farolas se encendían y apagan sin un
ritmo melódico.
Cada callejón contaba una historia en
medio de las sombras, una bruma cubría el tren inferior de las masas. Ella
temblaba en el pecho del chico que la protegía, ambos cuerdos, pasando desapercibidos,
buscando la sombrilla de los balcones y formando un vínculo caloroso en cada
paso. El recorrido aún era largo y el peligro, dentro de poco, habría de
encontrarse en la unión del grupo.
Mientras caminaban tambaleándose, los
dos fortachones del frente terminaron el último trago y rompieron en una
ventana el cristal que hacía poco estaba lleno, se detuvieron y las dos chicas
chocaron con ellos, se vieron atrapadas por la niebla, ellos voltearon y el
chico con el cristal en mano, como un toro, atropelló a la pareja, separándolos
y arrojándolos a lados contrarios. El otro forzudo agarro a la chica por los
brazos, le tapó la boca y le subió el vestido descubriendo sus interiores. El
objetivo era claro, violar a la chica mientras el otro se encargaba del sereno escuálido
que apenas se levantaba.
Los gritos en forma de pelea buscaban
una confrontación, y de nuevo arremetió contra el indefenso el cual esquivo el
ataque, tenía la ventaja del sabio y la agilidad. Esta acción enfureció tanto a
la bestia que se convirtió en el animal que era y saliendo del vapor clavo sus
cuernos en la espalda del chico. La chica empezó a llorar y no era por el dolor
en su vagina.
Sacando el cuerno lleno de sangre del espaldar
de la víctima, apuñalo varias veces más hasta no oír el tic-tac del corazón. Ella
mientras tanto, era obligada, en medio de agua salada, a satisfacer las necesidades
de ambos bárbaros. La culminación del evento aún no había terminado después de
la tortura de la chica, sus deseos de volver a tener sangre en sus ropajes era
evidente, y la búsqueda del hombre había empezado siguiendo el rastrojo de sangre.
El cuerpo se hallaba pálido, vacío,
desecho, pero eso no basto para que con la botella empezaran a amputarle los miembros
empezando por su pene. El cuerpo fue colgado en una tubería mientras se
efectuaba la operación, y de repente un grito aturdió a los carniceros. Un rayo
de luz salía de la boca del inocente mientras se formaba en la oscuridad la perdición
de todos los presentes. El rayo ceso, y la parca emergió de las tinieblas.
Ellos asustados transformaron sus cuerpos y buscaron a sus acompañantes, pero
ella ya se había encargado de hacerlo, sus ojos brillaban y una risa malévola los
hizo correr.
No hay nada mejor que disfrutar de una muerte
inevitable, sintiendo la desesperación de sus víctimas. Volando sobre
ambos cuerpos dio un tajo con su guadaña y ambos fueron partidos a la
mitad, incluidos sus espíritus. Al día siguiente el panorama era espantoso,
sangre, tripas, cuerpos tirados, esparcidos en un banquete sangriento. Los
animales los llevaron a las carnicerías y distribuidos por todas las casas del
lugar, los cuerpos de las chicas fueron enterrados, y la chica que tenia
alientos muy débiles, se sentía vacía, estaba atormentada por la figura de la
muerte dando sus notas finales al compás de la violencia.
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